Así como la permanencia en el cargo del exministro de Economía y Finanzas, Alfredo Thorne, era insostenible luego del audio del escándalo, tanto por las impropias menciones al tema de Chinchero como por usar el nombre del Presidente en ese diálogo, también urge la salida del contralor Edgar Alarcón, más ahora que la propia Universidad Nacional San Agustín de Arequipa ha admitido que su título profesional fue obtenido de forma “fraudulenta”.

Si ya desde antes Alarcón debió alejarse del cargo en medio de todo el escándalo del que también es protagonista, ahora, con lo que se ha sabido respecto a su título profesional, su salida debería ser inmediata, sin esperar que el Congreso le baje el dedo -si es que lo hace-, pues el ente de control no puede sWeguir en manos de quien tantas sombras lleva por encima. Está el caso de las dudosas compras de autos, de los pagos a la pareja que tuvo en la Contraloría… y ahora la UNSA.

Un comentario aparte merece la mencionada universidad arequipeña que recién ahora -casi 20 años después- sale con que uno de los títulos emitidos “formalmente” por sus autoridades, en este caso a Alarcón, fue obtenido de manera “fraudulenta”. ¿Así ha funcionado esta casa de estudios?, ¿cuántos otros “profesionales” de la UNSA andan por ahí engañando a entidades públicas y privadas con diplomas que nunca debieron emitirse?

El fujimorismo que, guste o no, es el que manda y decide en el Congreso, se dispararía a los pies si opta por blindar al Contralor por el solo hecho de que le ha salido “respondón” y “problemático” al gobierno del presidente Pedro Pablo Kuczynski, como se vio en el caso Chinchero. Por una jugada política, los “naranjas” no pueden condenar al país a tener en el cargo a quien hace rato debería estar afuera.

Ya se fue Thorne, pero ahora debe irse Alarcón. Un país que tiene como de sus principales problemas a la corrupción no puede avanzar con una Contraloría General de la República bajo el mando de quien no es garantía de idoneidad. El rol de esta institución debería ser clave en los próximos años para limpiar la Administración pública de malos elementos, y dudo que con el actual Contralor vayamos por el buen camino.