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A la candidata Keiko Fujimori le hace mal abrirse tantos frentes de discordia a poco más de un mes de realizarse la segunda vuelta electoral, reflejando la imagen de un personaje discordante más que armonioso, lo que se requiere en la figura de quien aspira a la Presidencia de la República.

La candidata de Fuerza Popular no solo está en permanente disputa verbal con el gobierno nacionalista de Ollanta Humala, su esposa Nadine Heredia y el primer ministro Pedro Cateriano, además del garante Mario Vargas Llosa, sino que también tiene al frente a su contrincante directo Pedro Pablo Kuczynski (PPK) y la masa del antifujimorismo.

Hay una gran diferencia a su comportamiento político en la primera vuelta, cuando a Keiko Fujimori se le notó más pacífica, incluso estando en aprietos por las manifestaciones contra el cierre del Congreso del 5 de abril de 1992 y la protesta de un grupo de pobladores que no la dejaron hacer campaña en el sur del país.

Quien tiene la oportunidad de convertirse en la primera mujer que gobierne la Nación debe expresar sosiego a la hora de enfrentar a sus rivales políticos, enfocándose en explicar sus propuestas más que en devolver el golpe a los ataques.

Como lideresa de Fuerza Popular también debe comenzar por ordenar en casa y evitar que, por ejemplo, Kenji Fujimori asuma, con poco tino, la defensa de su candidatura. Peor aún, que ponga en duda el liderazgo de dicha agrupación y deje entrever que la famosa alternancia democrática es solo familiar.

A medida que se acerque el día del balotaje es necesario que tanto Keiko Fujimori y PPK dirijan sus esfuerzos políticos por debatir las mejores propuestas de sus planes de gobierno y sorteen el estancamiento del debate improductivo.