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Pareciera que, efectivamente, se está acabando la luna de miel entre el presidente  y la población (los que votaron por él y los que, al principio, le dieron el beneficio de la duda).

Y el gran causante de esta ya notoria desilusión es el propio PPK, porque no ha tenido la sensibilidad para darle un arranque fulgurante a su gobierno y, por el contrario, ha incidido en los errores, muy bien secundado en esa línea por sus propios congresistas y -ni qué decir- los asesores.

Logros como el voto de confianza, primero, y el mismo otorgamiento de facultades legislativas por parte del Congreso, después, no han terminado de cuajar en favor de las mayorías precisamente porque la gestión de Kuczynski tiene que atender temas que no estaban en la agenda inicial, como el “negociazo” de Carlos Moreno y los “kupos” partidarios. Este último ya derivó en las renuncias de Jorge Villacorta y José Labán.

Ahora solo hay un único camino: un golpe en la mesa a la interna de Peruanos Por el Kambio y de la propia bancada oficialista por parte del Mandatario.

Resulta que no son las huestes fujimoristas las que están poniéndole zancadillas al gobierno de turno, como se preveía, sino los propios “ppkausas” con sus torpezas y manías, y esto debe terminar por el bien del país y del quinquenio en curso.

Hoy más que nunca necesitamos un PPK con muñeca, diestro, lúcido. Escrito está que el jefe solo ordena; en cambio, el líder enseña cómo hacerlo. A ver si lo entiende.

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