Hace pocos días, un sondeo de Ipsos Perú dejó mal parado al Congreso. El 77% de los encuestados sentía que el actual Parlamento no lo representaba. Además, un abrumador 81% estimaba que la mayoría de congresistas no estaban capacitados para el cargo.

Es evidente que las últimas denuncias sobre las costosas canastas y la aprobación para comprar 980 computadoras con sobreprecio afectaron la imagen del Congreso. Sin embargo, hay otros detalles más que hace que la gente desconfíe de los legisladores. Por ejemplo, que antes que la acción para ayudar a resolver los grandes problemas del país se centren en la palabra, la dialéctica y las discusiones.

Por otro lado, el Congreso está en manos de la oposición, de modo que al Gobierno no le queda otra que negociar y de tender puentes. Lo malo es que aparecen las trabas y los enfrentamientos. Esto genera ruido político y un ambiente muy tóxico. Y para colmo, el discurso, que debería ser de ideas y propuestas, se convierte en un discurso de consignas y de frases incendiarias.

La población quiere soluciones a sus problemas y que sean ahora mismo. Necesitan leyes para hacer las grandes reformas.

La falta de respuestas rápidas ante sus demandas es percibida como incapacidad e indolencia. Las bancadas parlamentarias deben superar ese afán de actuar como cofradías autónomas y a menudo mutuamente hostiles. En los próximos días tienen una gran oportunidad, la gente estará a la expectativa de las definiciones.

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