Escribo estas líneas tras una larga noche con la expectativa de saber qué sorpresa nos traía esta crecida del loco río Piura. Las personas de las ciudades asentadas a ambas orillas de este cauce, desde poco después de su nacimiento hasta su final en el mar de Sechura, no hemos dormido ante la incertidumbre de conocer por dónde desbordará y hasta dónde llegará haciendo daño. Este es el primer FEN con las redes sociales, millones de mensajes se deben haber concentrado en estas últimas horas, con videos, fotos y noticias, aportando un tremendo y valioso registro. Sin la violencia de un huaico, pero con la fuerza de lo incontenible, estamos viviendo momentos de guerra. La tensión y los destrozos son extremos y extraen de quienes los vivimos lo mejor y lo peor de la condición humana. El miedo lleva al hombre a protagonizar conductas de hermoso heroísmo… Pero, cuidado, también lo pone en manos del egoísmo, la mezquindad y la maldad. El Perú y el mundo nos están mirando, observan cómo reaccionamos y manejamos una crisis de esta naturaleza. Nada de lo que este pueblo experimentó y aprendió de los pasados FEN ha servido para evitar que el río inunde los asentamientos. En estas circunstancias se verán nuestros liderazgos, la fortaleza de nuestras instituciones, el temple y carácter de nuestra cultura. Según esta reacción, este será un desastre más para nuestras crónicas históricas o una valiosa oportunidad que el destino nos sortea para volver a construir nuestras ciudades con sabiduría. Ya no perdamos el tiempo en refregarnos en la cara lo mal que lo hicimos. Las nuevas generaciones de arquitectos e ingenieros son las que deben rediseñar y construir la nueva ciudad, los viejos ya tuvimos nuestra oportunidad y aquí están los resultados.