Los índices económicos de los primeros meses del año en el Perú no son muy alentadores. Esto explica quizás el pesimismo de los consumidores peruanos, quienes en su mayoría perciben que la economía está estancada y que la situación en su país y su hogar no mejorará. Mala noticia para el Gobierno, encabezado por Pedro Pablo Kuczynski, quien encarnaba la imagen del técnico que iba a reactivar la economía y encarrilar al país hacia el crecimiento.

PPK había generado simpatías y adhesiones porque en esta sociedad inmediata, donde es más importante lo concreto y la eficacia, él no era retórico como los políticos tradicionales y representaba al profesional imaginativo y pragmático, más cerca de un empresario que de un político, más cerca de un gestor que de un dirigente.

Sin embargo, ahora trató de explicar la caída, por ejemplo de la inversión pública, en los primeros dos meses del 2017, argumentando que “este escándalo de la corrupción nos está atrasando en la economía y tenemos que evitar eso, la mejor forma de hacerlo es haciendo las inversiones de agua y salud que prometimos en campaña”.

Es evidente que el caso de sobornos de Odebrecht a presidentes y altos funcionarios de los tres últimos gobiernos echan sombras sobre toda la clase política y aumenta su desvalorización, todo debido a personajes inescrupulosos que han hecho de la política una vía directa hacia el confort y el mejor status económico, sin importarles que el verdadero fin es el servicio a la gente que confió en ellos.

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