Lo que se ha avanzado hasta ahora en diversas instancias para identificar y sancionar a los responsables del caso “Lava Jato” presenta indicios que preocupan. En principio, el Ministerio Público muestra una intensidad paquidérmica y, a diferencia de otros países, no ha cumplido con el procedimiento elemental de allanar las oficinas de Odebrecht en busca de pruebas, nombres o documentos que a estas alturas deben haber sido destruidos. Todos los hallazgos que se conocen del caso han llegado a través de información proveniente del extranjero. Lo hecho desde aquí con el fiscal Hamilton Castro ha sido pobre y pone en la mira el rol que sobre el tema cumple el fiscal de la Nación, Pablo Sánchez, cuya gestión debería de una vez sacudirse de la modorra desesperante que la cubre. El Congreso no se queda atrás. El quinquenio pasado, hizo lo imposible por que el trabajo de la comisión “Lava Jato” quedara inconcluso y no se llegara a votar en el pleno. ¿Dónde quedaron los aportes del informe de Juan Pari? ¿Por qué se presentaron dos informes minoritarios descafeinados, insulsos y exculpatorios? También preocupa la declaración de PPK en el sentido de que “no todo lo que hizo Odebrecht fue corrupción” y llama a sospecha que no se adopten acciones inmediatas que prohíban a la empresa participar en proyectos de inversión en lo sucesivo. “¿Sabes quién es Odebrecht? ¿Sabes con quién te estás metiendo? Odebrecht pone y saca presidentes”, habría dicho el exministro Figallo. Figallo es socio del estudio de José Ugaz, el exprocurador que ha pedido que el Congreso no investigue este tema y deje todo en manos del MP. Todo indica que una ola protectora de tamaño indescifrable en un mar de sospechas no deja de crecer.

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