La señora Villarán se lanzó como candidata a la alcaldía sin ninguna esperanza. Lo hacía para preservar un espacio para la izquierda. Pero la diosa fortuna se le apareció y terminó sentada en la alcaldía de Lima. Hizo una mala gestión. La quisieron revocar, de lo que se volvió a salvar por unos pocos votos (y la torpeza del PPC), pero perdió a la mayoría de sus regidores. Aconsejada por algún opinólogo, se lanzó a la reelección, la misma que perdió largamente. Había llegado el momento de los cuarteles de invierno. Pero, prefirió sumarse al cuestionado partido de gobierno, unirse a un acusado de violación de derechos humanos y lanzarse a la vicepresidencia y al Congreso. No aportó nada a dicha candidatura. El pueblo la ha retirado de la política.

Alejandro Toledo se encontró el año 2000 con la posibilidad de ser presidente de la República. Se convirtió, gracias a la diosa fortuna, en el líder de la oposición a Fujimori, luego de haber dicho que quería ser su continuador (El segundo piso). Hizo un gobierno carente de liderazgo, pero con algunos buenos ministros. Se presentó a la reelección hace cinco años y perdió. Se le descubrió millonarias compras inmobiliarias con dinero nunca explicado. Había llegado la hora del retiro. No lo entendió así, y hoy las encuestas ratifican algo que siempre repitió: Es un error estadístico.

A Alan García la fortuna le regalo la oportunidad de un nuevo gobierno, luego del desastre que significó su primer gobierno en 1985. Hizo un buen gobierno, pero no ausente de cuestionamientos y caracterizado por su enorme voluntad. Debió retirarse. Hoy intenta una tercera reelección, pero la ciudadanía le está diciendo que es demasiado. Llegó la hora del retiro.