Y continuando con la liberación de terroristas, se nos viene la salida de la sanguinaria Martha Huatay, quien, al igual que Maritza Garrido Lecca, inicialmente fue condenada a cadena perpetua para luego ver reducida su sanción a 25 años, pese a haber sido una de las responsables del nefasto órgano de fachada de Sendero Luminoso llamado “Socorro Popular”, que en un principio estuvo destinado a dar asesoría legal a los senderistas arrestados.

El próximo 16 de octubre los peruanos tendremos que convivir con esta criminal que estuvo a cargo de “Socorro Popular”, que mutó de dedicarse a los temas “legales” de la banda criminal a un pelotón de asesinos encargados de cometer brutales atentados en Lima, como el de la calle Tarata o el de Canal 2, ambos en 1992, cuando la brutalidad terrorista golpeó especialmente la capital mientras Abimael Guzmán era escondido por Garrido Lecca.

Recordemos que antes de que el gobierno de Alberto Fujimori establezca los jueces militares sin rostro, de dudosa legalidad pero muy necesarios en su momento para poner tras las rejas a estos criminales que los jueces civiles se negaban a sancionar por temor a las represalias, que de hecho las hubo, los abogados senderistas encabezados por Huatay eran expertos liberando a sus secuaces, que volvían a las calles a cometer sus crímenes.

Con la salida de la Huatay, no tendremos en la calle a una “inocente bailarina que no cometió crímenes directos”, tal como algunos por ahí han querido defender de manera infame a la terrorista Garrido Lecca, sino a una senderista rabiosa y brutal que tenía a su cargo inicialmente la defensa legal de sus cómplices y más tarde fue la responsable de la más salvaje ola de atentados que haya sufrido Lima desde que se inició el ataque terrorista contra el Perú en 1980.

Es esperarse que la Policía cumpla su labor desde este 16 de octubre y vea en qué anda esta mujer una vez puesta injustamente en libertad. Cuidado con verla rondando el Movadef, al lado de los también abogados de senderistas Manuel Fajardo y el exrecluso Alfredo Crespo. Por más que la Huatay hoy tenga 74 años, es una terrorista de alta peligrosidad a la que no se puede descuidar. El Estado no tiene por qué ser ingenuo.