El gran triunfo de nuestra selección en Ecuador no solo hay que celebrarlo por el resultado sino por la ilusión y el buen estado de ánimo que se generan en todo el país. En medio de los escándalos políticos, las huelgas y la desesperanza que se impone por estos días en nuestro país, el fútbol “ha pasado a ser un aglutinador artificial de la unidad nacional”, como decía el psicólogo Alejandro Ferreyros. No en vano el futbolista peruano Edison Flores declaró, después de la victoria en Quito, que cuando el Perú está unido “pasan estas cosas”.

Ya se sabe que el fútbol es un deporte apasionante, pero los efectos que produce no se circunscriben solo a lo deportivo: tiene repercusiones sociales. Los sociólogos opinan que sus consecuencias son excluyentes en nuestra sociedad: una identidad muy potente o muy frágil. Uno de estos profesionales, Aldo Panfichi, dice que el triunfo en el fútbol es tremendamente importante para la fortaleza o debilidad emocional de la gente.

Es evidente que ayer los peruanos amanecimos pletóricos y llenos de esperanza por el futuro. Hasta la clase política se subió a esta ola de optimismo con frases y mensajes que elogiaban el pundonor y la eficacia de los seleccionados. No hay duda de que el fútbol cumple un rol compensatorio y reparador en el Perú, ante los problemas institucionales y la incapacidad de los gobernantes de concretar el desarrollo que prometieron.

La selección peruana va por buen camino rumbo a Rusia 2018. Esperamos que los políticos, más allá de los clichés y las palabras de buena onda, actúen en unidad y logren consensos para vencer las adversidades del presente.