Un largo debate se ha generado por la presencia de los llamados tecnócratas en el aparato estatal. Si necesitamos más o menos técnicos en la toma de decisiones. Para quienes afirmaban que solo estos ayudarían a crecer al país, el escándalo de Odebrecht ha sido un golpe directo al plexo, pero no es algo determinante si miramos los últimos cerca de 30 años de gestión.

Lo que ha pasado con la tecnocracia en el país es que su presencia en los puestos clave de los gobiernos ha ayudado en gran parte a decidir mejor en las políticas públicas tomadas por quienes gobiernan en democracia. Sin embargo, al igual que la clase política, no está exenta de la corrupción.

Por ejemplo, las coimas de la citada empresa brasileña han sido recibidas no solo por quienes toman decisiones políticas, sino que también han recaído en los bolsillos de algunos tecnócratas, tal vez bajo las órdenes por los inescrupulosos de arriba. Pero agachar la cabeza ante una decisión irregular no exime a los técnicos de su responsabilidad.

Por eso, aunque en los últimos años hemos mantenido un crecimiento económico resaltante -si nos comparamos con el resto de Sudamérica-, en un gran porcentaje ello se debe al manejo técnico más que al político. Solo basta recordar la época del primer gobierno aprista para darnos cuenta de lo nefasto que puede ser lo contrario.

Mal que bien, como han opinado algunos expertos, el país necesita que la banda ancha de tecnócratas crezca, que sirva de equilibrio en los temas puntuales de desarrollo interno y que también sean vigilados, porque nadie es inmaculado. Ojalá se siga apostando por este tipo de profesionales para la carrera pública.    

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