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Entre la necesidad y la ley se le puede llamar a un nuevo capítulo de las desgracias humanas en nuestro país. Lo primero porque algunas personas creen que la falta de trabajo empuja a violar las normas, mientras lo segundo, la obligación, es una simple excusa sin el menor razonamiento.

En los programas periodísticos de la televisión del fin de semana se pudo evidenciar que los comerciantes informales argumentan sin rubor que invaden la vía pública porque necesitan llevar comida a sus hogares. Sin embargo, cuando se les menciona el deber de respetar la calzada, por ejemplo, responden que es inevitable si quieren vender.

Veamos. Entiendo que es difícil para los comerciantes respetar las normas cuando afirman que estas son engorrosas o requieren de mucho tiempo para sacar una licencia de funcionamiento del negocio. No obstante, no me cabe en la cabeza cuando estos mismos manifiestan que poner en riesgo a sus mismos compradores es una “prioridad para vender”.

La verdad es que no es razonable lo que dicen los vendedores y no sé si las respuestas de estos comerciantes son parte de un manual para sacarle la vuelta a la ley o es lo que aprendieron en la escuela. Si la respuesta está en la última frase, en serio, estamos fritos como ciudadanos y debemos esperar unas cuatro generaciones para superarlo.

A ver, si necesito gente para que me pueda comprar y yo pueda llevar un plato de comida a mi casa, ¿por qué poner en riesgo a mis clientes? Si pongo en peligro a mis caseros, ¿acaso no es ahuyentarlos? Si los espanto, ¿entonces pierdo dinero? Si no tengo cobre, ¿cómo llevo las arvejas a la casa? ¿Se entiende a los comerciantes? No, yo tampoco.

Las municipalidades deben respetar el derecho constitucional de los comerciantes como es el del trabajo, pero por encima de este está la vida de las personas. No hay más que discutir con los informales, y por más que les quiera hacer entrar en razón, ellos ya tienen su argumento bien aprendido.