Si bien no es el momento de buscar responsables sobre la ineficiente reacción de las autoridades frente a las desgracias naturales de estas dos últimas semanas, los ciudadanos en el norte del país son conscientes de que el trabajo de prevención ha sido nulo porque en los últimos meses del año pasado la política nos ocultó la realidad.

El efecto postelección del 5 de octubre de 2014 obnubiló a las autoridades salientes y, en algunos casos como en Áncash, a los dos finalistas que se disputaron la segunda vuelta electoral. Esto dejó poco margen para los trabajos de prevención frente a los desastres naturales de verano, como el reforzamiento de las quebradas y el encauce de las riberas aún con bajo nivel de agua.

Entonces, las autoridades salientes, más preocupadas por acabar como sea su periodo, y los ganadores de las elecciones, empeñados en conformar su equipo de trabajo, minimizaron el impacto de la naturaleza y hoy todos pagamos las consecuencias. Es esta la mala política que siempre padecemos los peruanos, la política del egoísmo que reemplaza a la del servicio social.

Lo que ahora vemos en las noticias sobre el norte del país son solo las consecuencias de esa mala política: la suspensión de las clases escolares en tres provincias de Piura y Tumbes por la temporada de lluvias; derrumbes, huaicos, carreteras obstruidas y los sectores productivos golpeados; declaratorias de emergencia, improvisación en el llamado del Ejército, entre otras formas de hacer alharaca.