La calle es una selva de cemento y de fieras salvajes, cómo no. La canción, señores. Y en ese bosque duro, con el clásico cielo color panza de burro, siembran sus ilusiones los diversos candidatos a la Presidencia y al Congreso de la República. Sobre todo los aspirantes a “otorongos”, que arrecian en manada en busca del espacio estratégico.

Lo vemos, por ejemplo, en las transitadas avenidas Javier Prado y La Marina, repletas ya de una atemorizante flora y fauna publicitaria encaramada en paneles, con lugares comunes de toda índole, sonrisas dibujadas, muecas triunfalistas y una lluvia de promesas en letras mayúsculas. Puro número en su mayoría, como bien sabemos.

“De la posta al Congreso”, reclama uno que se jacta de verídico doctor, con estetoscopio al cuello. “La decencia al Congreso”, promete otro con tufillo criticón. “La Chacón es como 1”, sugiere la legisladora fujimorista, quien busca seguir con el mismo pelaje.

Y es que, en esta calle Luna, calle Sol que es nuestro país, ser parlamentario tiene su precio. Y hay obstinados como Pepe Luna -no es José, es Pepe- que pagan capricho y lo tenemos eclipsando el día a diestra y siniestra con sus carteles amarillos. Pepe el vivo, pues.

Otros, con todo el desparpajo, ofrecen seguridad, medicamentos baratos, crecimiento económico, aumento del sueldo mínimo, lucha contra la corrupción, oportunidades para la juventud; el oro y el moro. Hasta una amorosa propuesta electoral bien jugada cuelga por ahí: “Yo estoy con Luciana 35”. Directo al corazón. Lucianita León sabe su negocio.

Así que pululemos por la capital con los ojos bien abiertos. “Después no digas que no te invité a la rumba buena que yo te estoy cantando sonero”, bien pudiera alegar el presidente del Jurado Nacional de Elecciones.