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Esta pataleta de los electos parlamentarios Marco Arana y Marisa Glave, dos de los miembros más representativos del Frente Amplio en el Congreso, de no querer juramentar ante Kenji Fujimori, revela la intolerancia de la izquierda cuando la política no se acomoda a su gusto.

Por eso, guste o no, es democrático aceptar el protocolo, en el cual el presidente de la Junta Preparatoria del Congreso de la República, Kenji Fujimori, el parlamentario con más votos (326,937), es quien toma el juramento de ley a sus colegas.

La postura de Marco Arana y Marisa Glave, de querer acomodar a su manera el protocolo con la finalidad de evitar que el fujimorismo les tome la palabra de honor frente al Estado, demuestra una inmadura postura política, de menosprecio a los miles de votantes del fujimorismo.

El nuevo Legislativo ha sido elegido en un proceso democrático, donde los peruanos han mostrado libremente su preferencia. Ningunear el voto del ciudadano con inclinación fujimorista es un acto discriminatorio que está lejos de la investidura parlamentaria.

“Hay que encontrar un mecanismo protocolar para que los acuerdos políticos fluyan”, ha dicho Marco Arana. Pero ¿quitarle el derecho y el deber del congresista más votado de tomarles el juramento es acaso una rama de olivo? Creemos, más bien, que es echar leña al fuego.

Los próximos cinco años del Congreso serán de una ardua lucha política, pero iniciar la gestión con una pataleta no augura una labor de consensos entre las divergentes fuerzas políticas. Es más, pareciera más una provocación a Fuerza Popular que una cuestión de honor del Frente Amplio.

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