Según el ranking FIFA, el equipo de Gareca ocupa el histórico puesto 18. Es decir, estamos entre las 20 mejores selecciones del mundo. Si esto en la práctica fuese cierto, no tendríamos problemas en ir al Mundial Rusia 2018, al que clasificarán 32 equipos, ¿verdad?

No nos engañemos, muchachos. Ya quisieran Oviedo y el “Ciego” Oblitas. Se trata de una deferencia coyuntural de las estadísticas oficiales porque, como es sabido, estamos lejos de siquiera alcanzar el cupo para el repechaje, o sea el quinto puesto de la Eliminatoria Sudamericana.

Y no pretendo desarrollar una columna deportiva, por si acaso. Simplemente pichanguear con ustedes y preguntar: ¿cómo vamos a refrendar ese puesto 18 con un fútbol tan informal y peligroso, en el que, por ejemplo, vándalos armados con palos y fierros entran a los estadios a masacrar a los jugadores en represalia por los malos resultados? Ahora perder un partido te puede costar la vida.

No vaya a ser que tengamos un caso como el de Andrés Escobar, el defensa que marcó un autogol en el Mundial de 1994, ocasionando la eliminación de Colombia. Cuando regresó a casa, en las afueras de Medellín, unos facinerosos le descargaron un revólver en su cuerpo por “malograrles el negocio”.

Lo que ocurrió en el Monumental abre la preocupación. Y estamos hablando de un club que, sobre el papel, es uno de los grandes; grandeza que no se activó para poner a buen recaudo a sus deportistas. Me van a disculpar, pero en Perú el único club con galones, si nos atenemos a resultados, es Cienciano del Cusco. Ganó la Copa Sudamericana y la Recopa y los demás -que encima se han olvidado de parir otros Cubillas, Cuetos, Velásquez y Uribes- tienen más hinchas y punto. Esa es la verdad de la milanesa.

Si mañana vamos a un Mundial será por obra y gracia del Espíritu Santo. Y es que, como vemos, nuestro balompié anda como el gobierno de Kuczynski, con jugadores limitados, poco comprometidos con la Blanquirroja, pero también con delincuentes disfrazados de hinchas que han alejado a las familias de los estadios.

Y tan bonito que es el fútbol y no lo cuidamos, ¡carajo! Ya lo dijo Eduardo Galeano: “En su vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol”.