La prensa que más aplaude

No hay cosa más aburrida que una prensa que solo aplaude. No me refiero al periodismo militante, de partido, de operadores políticos, de mercenarios o lambiscones. No, solo a la prensa serena, objetiva pero sin capacidad para ir más allá de la tolerante observación de los hechos. Algunos quisieran, en vista de que las Elecciones Generales 2016 no les han servido para demostrar su tesis de la “concentración de medios”, que la reacción venga de los gobernantes, debido a que no vino de los medios. De algunos medios. Pero no se puede hacer periodismo con el cálculo político de a qué carro subirse. En periodismo, no tiene ningún sentido apostar a ganador dado que, si gana, el que habrá comenzado a perder es el apostador. Los que no terminan de entender este “negocio” tampoco comprenden que prensa opositora no es antónimo de prensa sumisa. Es más, el periodismo que más le ayuda a un gobierno es el que le dice la verdad, no el que se la oculta. El periodismo que vive de los anuncios oficiales, de los diarios judiciales, de los favores tributarios, se ha inyectado droga, una dependencia que lo incapacitará para vivir de sus audiencias (aunque sean embrutecidas: “Si no les gusta, que cambien de canal”, según el filósofo Jurgensen). Nada de eso va a ocurrir. Seguiremos contando con todo el espectro variopinto de estilos, compromisos e ideologías. Allá quien vende su pluma. Allá quien le pone sueldo. Ya vimos la historia de los diarios chicha, historia que todavía no acaba, donde delinque el que compra y el que se vende. A ver a quién se nos ve el fustán en los próximos años de este régimen. Ya no estamos solos, ya no somos los únicos que marcamos la agenda. Existe todo un mundo más allá de las redes sociales, que portamos en los bolsillos, que generan opinión pública -aunque no toda sea de buena calidad- y que no perdona metidas de pata ni canalladas. Bien hizo en llamárseles tecnologías de libertad.