La promesa más importante que ha hecho ayer el presidente Pedro Pablo Kuczynski ha sido la de revertir nuestra alicaída situación económica y hacer que en el 2018 el PBI crezca en 4%.

Para ello ha propuesto una serie de medidas como la puesta en marcha de obras trabadas y la ejecución de proyectos mineros que ojalá no generen los “conflictos sociales” que en el pasado frustraron grandes emprendimientos extractivos.

Y señalo que este es el ofrecimiento más importante del mandatario al inicio de su segundo año, porque si no crecemos más en los próximos meses, no veo forma de que cumpla con todas las demás promesas lanzadas ayer ante el Congreso, las cuales van desde dar un justo seguro a los bomberos hasta la construcción de cinco nuevos penales, pasando a apuntalar todo eso que el Gobierno ha llamado “cuatro ejes de la revolución social: salud, educación, saneamiento y agro”.

El presidente Kuczynski se ha puesto como meta al 2021 reducir la pobreza de 20.7 a 15%, y la pobreza extrema de 3.8% a 1.5%; así como en los próximos años de su mandato dotar de redes de agua a cuatro millones de peruanos y de redes de desagüe a ocho millones, con una inversión de 50 mil millones de soles. También ha asumido compromisos con el agro. Obvio que eso está muy bien, pero si no se crece más, todos esos ofrecimientos se los llevará el viento.

Para hacer crecer al país, un punto fundamental es la voluntad política del Gobierno, que se sustenta en el liderazgo de un presidente que debe tener muy claro el rumbo hacia dónde nos quiere llevar. Ojalá desde ahora veamos a un PPK mucho más dinámico, metido en el tema y quizá encabezando una cruzada personal para calentar la economía y hacer realidad todo lo prometido, incluyendo la urgente atención a los que sufren anemia y desnutrición.

El mandatario ha tenido la valentía de hacer un mea culpa por el escaso crecimiento de 2017. También ha reiterado las dificultades generadas por El Niño costero y “Lava Jato”. Pero eso ya debe de quedar atrás para ponerse a trabajar de una vez para eliminar, desde el Estado, todos los obstáculos que frenen la inversión pública y privada, pues, contra lo que sigue creyendo la izquierda, esta es la única que permite avanzar y mejorar las condiciones de vida de los peruanos.