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Elegimos un gobierno de derecha que pretende ubicarse en el centro político. El modelo económico no está en cuestión, sí lo está la pobreza extrema, la desigualdad, la informalidad, las escasas oportunidades para los jóvenes, la educación y la salud en crisis. Más todavía la inseguridad y la delincuencia que atentan contra el derecho a la vida. Hemos escuchado la visión y los sueños sociales del presidente Kuczynski, pero la forma de lograrlos o cómo empezar la revolución social anunciada debe venir del gabinete.

Hablar es más fácil que hacer. Las necesidades son tan fuertes y profundas que toda propuesta parecerá genérica o superficial y todo afán de aterrizar podrá ser tachado de temerario o audaz sin posibilidades reales. Es lo que le sucedió al gabinete Zavala, que en las primeras 18 horas no consiguió la seguridad de la investidura. Sus ministros debieron escuchar algunas atrabiliarias intervenciones del fujimorismo aunque las otras bancadas tampoco se mostraron complacientes, pero sí más racionales y constructivas.

La presentación del gabinete ha sido buena. Estaríamos recorriendo el camino inverso de Toledo, García y Humala, que ganaron la Presidencia con programas de centro o centro-izquierda y desde el poder giraron a la derecha. PPK tiene una oposición sin mucha voluntad de colaborar. Debe conectar con la gente pulseando el ánimo social y popular. Su equipo económico dirigido por un antiguo izquierdista lo acompaña en sus afanes sociales. PPK no busca una posición ideológica, busca ubicarse en el centro entre la oposición fujimorista de derecha populista y la del Frente Amplio crítica y vigilante hasta la amenaza. La tecnocracia que maneja la economía y el excelente equipo reclutado por PPK debería superar la ineficiencia y la parálisis humalista. Es la tarea del gabinete Zavala.

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