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El Sistema Nacional de Inversión Pública (SNIP) es engorroso, traba las obras y solo estorba, he escuchado en voz de los técnicos de los gobiernos regionales y locales. Pero, aunque tenga todos estos aspectos de apariencia negativa, es necesario como un filtro para que el gasto público no sea en vano ni para hacer tonterías.

Cerca de 16 años de creación tiene el famoso SNIP; pero hoy el primer ministro Fernando Zavala llevará su cruz al Congreso de la República con la finalidad de darle agilidad a la inversión pública y acelerar los procesos, llamados “engorrosos” por los técnicos que menciono líneas arriba.

El premier ha dicho que no nos quedaremos si un riguroso filtro en la inversión pública, sino que este será reemplazado por un flexible plan denominado “Invierte”. Sin embargo, hay un aspecto que me llamó la atención, ¿qué pasará con la rentabilidad social del proyecto?

Sucede que Zavala precisa que se van a cortar las brechas sobre el punto en cuestión. No obstante, lo que no se sabe es si la sustentación de la rentabilidad social del proyecto (¿qué aporte o beneficio le da la obra pública a la sociedad?) irá a desaparecer. Si esto es así, no espero mucha conciencia de los técnicos, sino mucho derroche financiero.

Seamos francos con el pobre pero buen SNIP, que si ha puesto trabas a los proyectos técnicos de los gobiernos regionales y municipales no es por una cuestión política o de rencilla, sino porque estos han sido ineficientes al momento de elaborar y presentar proyectos rentables. Es lógico, si llenas mal un formulario, el sistema te rechaza.

Ahora bajo la excusa de que el gasto del dinero público se traba en el SNIP, estamos a punto de flexibilizar el sistema de inversión para alcanzar las metas. Pero, recuerden, antes de la bonanza económica, las autoridades regionales y municipales se quejaban por la falta de plata. Siempre fueron pretextos para tapar la ineficiencia.

Esperemos que “Invierte” no sea una coladera para que algunos vivos ingresen proyectos mal elaborados, que en vez de aportar a la sociedad se convierten en elefantes blancos para alcanzar su porcentaje anual de inversión y luego mostrar cifras de su capacidad de gasto.