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Ayer, unas horas antes del último debate presidencial, la sangre volvió a correr por las calles de Lima con un cuádruple asesinato en San Martín de Porres que refrenda la sentencia de que la capital peruana se ha convertido en tierra de nadie; en otras palabras, en campo de acción de la delincuencia en todas sus modalidades.

Frente a esta realidad, y luego de la exposición de propuestas electorales de anoche en la Universidad de Lima, solo queda santiguarse para que el próximo inquilino de Palacio de Gobierno, Keiko Fujimori o Pedro Pablo Kuczynski, pase del dicho al hecho y detenga en seco esta ola de muertes y atracos que tiene a salto de mata a la población en general.

La postulante de Fuerza Popular y el líder de Peruanos Por el Kambio son conscientes de que este tema ocupa el escalón número uno dentro de la preocupación ciudadana y por ende define votos; sin embargo, no han sido muy claros y convincentes respecto de la manera y táctica con que debe enfrentarse.

Por ejemplo, trastocar las funciones naturales de las Fuerzas Armadas y sacarlas a cuidar edificios públicos, como pretende Keiko Fujimori, no parece la panacea; como tampoco lo es la abolición del famoso sistema 24x24 y el aumento constante del sueldo de los policías, que apoya Kuczynski.

La fórmula salvadora pasa por cortar los circuitos que alimentan al hampa, reforzar la vocación de servicio de la PNP y apelar a la inteligencia estratégica para sentar autoridad en calles y plazas, entre otras medidas.