La teocracia iraní
La teocracia iraní

La reciente convalecencia del máximo líder religioso de Irán, el Ayatola Alí Jamenei, y las rigurosas formas que mantuvieron los funcionarios del gobierno que pasaron por el hospital en Teherán, luego de la operación a la próstata a la que fue sometido en los últimos días, para visitarlo y mostrarle su adhesión absoluta, lleva a auscultar la esencia del modus vivendi político en este país, cuna de la antigua civilización persa.

Irán, con cerca de 78 millones de habitantes, es una teocracia, es decir, donde el poder está concentrado en la religión. Así lo es desde 1978, en que el Sha fue sustituido por un régimen presidido por el Ayatola Ruhollah Jomeini –venía de un exilio en París de más de 15 años- y en el que se privilegia como ley suprema del país la Sharia o ley islámica fundada en el Corán, el libro sagrado que Alá reveló a Mahoma a través del Arcángel Gabriel. Toda la organización del Estado, esto es su composición político-jurídica y administrativa, tiene por finalidad velar por el estricto cumplimiento de los principios religiosos consagrados en el Corán. En el Estado iraní, la búsqueda del bienestar general solo es posible a través del Corán y ese es su propósito central donde, además, el ayatola, se encuentra en una posición superior a la que ostenta el propio presidente del Irán, como es el caso del actual, Hassan Rouhani, elegido, por cierto por la vía del sufragio. Este sistema teocrático fundado en el Velayatal Faquih o gobierno de los clérigos, controla todo el aparato político del país. Para la nación iraní pero, sobre todo, para las cúpulas de los poderes públicos, ha sido importante ver cómo Alí Jamenei, hacía su aparición pública en esta etapa postoperatoria para confirmar la estabilidad del Estado.