Si el techo de mi casa se cae y se rompen las tuberías de agua y desagüe, voy a preocuparme en reconstruir lo perdido. Si mi familia no tiene dónde vivir y el presupuesto que tenía destinado a mantener esa casa es insuficiente, tendré que utilizar el dinero que había pensado para otras cosas y volver a tener un hogar digno y sin riesgos.

Lo mismo pasa en el Perú. El país es nuestra casa y el jefe de familia es el presidente Kuczynski.

Los Panamericanos 2019 serían una prioridad si nada de esto hubiera ocurrido. Pero vivimos una realidad de emergencia. Necesitamos que el jefe de familia administre la casa con buen juicio y pensando en la vida de los que la habitan. No podemos volver a ver imágenes como la de la mujer rescatada del huaico junto a los animales. Es necesario que el jefe de familia nos diga al detalle su plan de reconstrucción y, mejor aún, nos anuncie que es la oportunidad de llevar más agua y desagüe a los peruanos que aún no la tienen, que los hospitales no darán nunca más la lástima que hoy provocan, que tendremos mejores puentes y vías y no la lágrima que es, por ejemplo, la Carretera Central.

No nos diga, por ahora, lo de los Panamericanos. Me irrita oírlo. Me molesta que se modernice una refinería por 5400 millones de dólares y que no se haga nada porque el Estado tiene comprometida la mitad de la inversión y pararla es perder mucha plata. Enfada, y mucho, ver tanta burocracia que no se mueve a la velocidad de la tragedia. Por eso lo de los Panamericanos ofende. Porque PPK no es capaz de ser el jefe de esa burocracia entumecida que no pudo ni con Pisco.