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Después de su derrota en las recientes elecciones presidenciales estadounidenses, acaba de hacer su aparición pública la excandidata a la Casa Blanca por el Partido Demócrata, Hillary Clinton. Se la vio completamente demacrada y no es para menos. La complejidad de verse en un fracaso no esperado cuando la inminencia de la victoria era indiscutible, tan solo a menos de 7 días del martes 8 de noviembre, día del sufragio, y llevándole la delantera a Donald Trump por cerca de 12 puntos de diferencia, ha resultado sumamente impactante. Clinton ha confesado que tuvo momentos difíciles para superar el amargo momento. La hemos visto muy humana en sus palabras y haberlo dicho le hará muy bien. Hillary dedicó gran parte de la última década a intentar convertirse en la primera mujer que osara llegar a la Presidencia de su país y lamentablemente no lo ha logrado. Clinton está muy triste y su rostro no lo ha ocultado. También lo están todos los que votaron por ella, creyéndola ideal para el alto cargo de Estado al que postulaba y que a estas alturas superaron en cerca de un millón de votos al magnate, hoy presidente electo. El injusto modus operandi del sistema electoral en los Estados Unidos -debe ser renovado en su integridad- no jugó a su favor y a la exsecretaria de Estado solamente le quedará la experiencia de haber fungido de candidata a la Presidencia de su país. Será muy difícil que vuelva a intentarlo. Clinton sabe mejor que nadie que el asunto de sus correos electrónicos -que pudo administrar con una adecuada estrategia- fue la principal causa de su derrota, dado que tenía una relación directa con la seguridad nacional, uno de los aspectos más cruciales en el imaginario de los ciudadanos de EE.UU. aterrorizados por los atentados terroristas del 11 de setiembre de 2001. Pero Hillary también es consciente que el discurso irreverente de Trump terminó liquidándola. Los demócratas deberán hacer una evaluación sustantiva y profunda que incluya la renovación de cuadros para alistar en sus filas a nuevas figuras si acaso quieren doblegar al neoyorquino al final del cuarto año de su mandato, que se inicia el 20 de enero de 2017, pues será casi seguro que buscará intentar la reelección como lo hicieron los presidentes en las últimas tres décadas. Clinton buscará efectuar reacomodos en su vida, hoy comprensiblemente todavía entristecida.

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