Hay sucesos internacionales que resultan asombrosos para quienes tratamos de conservar algo de sentido común y de perplejidad para los historiadores. Desde hace una semana, la bandera cubana flamea en Washington cerca de la Casa Blanca del señor Barack Obama.

¿El Presidente surgido del Partido Demócrata ha pasado por alto la doctrina de que su país no pacta con otros que no son democracias y que no respetan los derechos humanos? Tal vez Obama ha olvidado a los centenares de cubanos que, acusados de cualquier “delito”, fueron enviados “al paredón”. “Enemigos de Fidel” era suficiente para recibir cuatro balazos. O ignora la cantidad de cubanos que pasaron 15, 20, 25 años en las cárceles y mazmorras de La Habana, sin acusación o proceso.

¿Habrán renunciado a sus papeles el tirano Fidel Castro y su hermano Raúl, tirano duplicado y hoy Presidente? No parece creíble. La Cuba en la que ellos mandan es casi un escombro de país, en el que las mayorías sobreviven con salarios de hambre y severos racionamientos de todo lo indispensable.

¿Habrá el Congreso de EE.UU. aprobado “la amistad” con la tiranía de los “Fideles”?

Si en la Casa Blanca fuera oportuno prepararse, recomendamos una calmada y detenida lectura de la magnífica novela de García Márquez; don Gabriel reflejó magistralmente los delirios, abusos y crímenes de los abundantes dictadores de Latinoamérica.