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Los nombres del futuro gabinete van y vienen, pero sin olvidar que la tarea de fondo de PPK es formar la masa crítica que lo apoyará en su gestión. Tender puentes, buscar diálogos, traducir el talante de los que votaron por él por ser la alternativa opuesta al fujimorismo.

No es difícil, se trata de encarnar el rechazo a un estilo de hacer política que irrespeta derechos fundamentales e instituciones tutelares para usarlas en beneficio de intereses espurios. De ahí que la base de su plataforma debería ser el balance y equilibrio de poderes, el respeto a la fiscalización y la supervisión, el rendimiento de cuentas y un gran paraguas que ligue la ética con la política en la lucha contra la corrupción. Poner por encima el derecho a la vida y las libertades fundamentales, que están en el centro de la exigencia de desterrar la criminalidad que azota la capital y las principales ciudades del país. A lo que se agrega la ilusión por el relanzamiento de la economía y de la inversión privada.

Con estos lineamientos ya estaríamos en una nueva Hoja de Ruta. Si PPK y su equipo lograran conectar con ella, de seguro tendrían al país de su lado. Quedarán atrás los tulipanes que no se enviaron y los saludos o disculpas que no llegaron, pues ya no es tiempo de exigir buenas maneras sino de pensar en buenas decisiones.

Después del marasmo humalista, necesitamos acción y eficiencia. Corresponderá a PPK construir la legitimidad que lo acompañará, ojalá, durante toda su gestión. Urge que supere ya el 50.1% que lo encumbró a Palacio y gane los puntos de aprobación que le faltan para ser el líder democrático de todos los peruanos. 

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