A fines de la década de los ochenta del siglo pasado, era frecuente observar extensas zonas agrícolas con ajo y cebolla en el valle de Tambo. Además, se sembraban otros productos, pero de la noche a la mañana todo eso cambió para recurrir a los arrozales. Los agricultores de la zona se confiaron en que las reservas de agua del río Tambo siempre serían las mismas y por ello optaron por este cereal, que si bien es cierto es rentable, ahora se ha convertido en un dilema si seguir apostando por dicho cultivo.
El caudal del Tambo ya no es el mismo, ha disminuido y la actual campaña arrocera en dicho valle registra problemas por la falta de agua. Se habla de pérdidas entre el 30% y 40% en la producción.
Algunos productores empezaron con la rotación de cultivos y escucharon las recomendaciones de especialistas de dejar el arroz y optaron por otros que requieren poca agua.
El viernes último en Camaná, Arequipa, en reunión promovida por el congresista Sergio Dávila con más de 200 alcaldes del sur, el ingeniero Carlos Torres Martínez expuso el tema “Formulación de fichas de emergencia y proyectos de emergencia bajo el enfoque de invierte” y dijo que lo primero que se debe mejorar es la distribución de riego.
Sostuvo además: “El agricultor y sus dirigentes no saben regar, no saben cuánto de agua de riego requieren sus terrenos, se les tiene que enseñar para no desperdiciar el agua que cada año es más escasa”.
Esa es la realidad del agro nacional, cuyos representantes deberían de generar un debate realista para definir acciones a corto, mediano y largo plazo, entendiendo que año tras año disminuyen las reservas hídricas y la dotación de agua ya no será las misma.