Huancayo ha sido en los últimos días el centro de atención debido a algunas reacciones de los candidatos presidenciales. El pasado fin de semana, Alan García y su batería protagonizaron hechos bochornosos en La Incontrastable. Insultos y codazos del expresidente, además de puñetazos y patadas de personal de seguridad contra opositores, empañaron la visita del líder aprista. Por supuesto, fue caldo de cultivo para que se incremente la agresividad de esta campaña electoral, que toma como teatro de operaciones el ciberespacio.

Días después, Alfredo Barnechea rechazó ponerse un sombrero en Jauja y otra vez los golpes bajos, cual usinas demoledoras, plagaron las redes sociales. Es cierto, en el Perú profundo la vestimenta es un elemento de comunicación muy fuerte, por eso muchos deploraron la actitud del candidato de Acción Popular; sin embargo, sus rivales magnificaron el error para conseguir rentabilidad en votos.

Los “antis” han salido en la recta final de las elecciones a pelear por la supremacía. En una etapa en el que la puesta en escena y la actuación son vitales para conseguir votos, el problema es que no hay demasiado tiempo para pensar qué hacer, y menos en un ambiente hostil. Ante ello, es fácil cometer un error que no será perdonado por el enemigo, quien jamás se pone en el lugar del otro, al que en general desprecia.

El incremento de los “antis” en el país tiene su correlato en la región. Hace pocos meses, Keiko Fujimori era clara ganadora en el centro del país. En la última encuesta de El Comercio-Ipsos, en una hipotética segunda vuelta, PPK le gana por 30 puntos de ventaja, y Barnechea y Verónika Mendoza también la vencen por más de 10 puntos. Esto sucede en la medida que crece el antivoto de Keiko Fujimori.