En su momento se trajeron abajo la candidatura de Hillary Clinton por usar un servidor privado para ventilar cuestiones de Estado, cuando cumplía precisamente las funciones de secretaria de Estado durante el primer mandato de Barack Obama. De ese escándalo, del que jamás se desprendió Donald Trump para liquidarla políticamente, nunca pudo salir bien librada, pues le faltó estrategia para encararlo. El mundo da vueltas y ahora le está tocando enfrentar similar escándalo al primer vicepresidente de EE.UU., Mike Pence, que habría caído en la misma desidia cuando era gobernador de Indiana. La revelación, más allá de confirmar una nueva crisis en la Casa Blanca, vuelve a mostrar la enorme debilidad de la seguridad estadounidense. Si Trump fuera coherente debería pedirle la renuncia en el acto a su primer vicepresidente o este elevarse o inmolarse, según desde donde se le quiera ver al tema. No será fácil, es verdad, pero esta errada práctica que golpea a quien más la condenó: Trump, desestabiliza a su gobierno, dado que se está produciendo en el más alto nivel de la nueva administración estadounidense.

Lo que parece más grave es que la clase política habría tenido ese apego a utilizar los correos electrónicos para cuestiones sobre seguridad y defensa. Todo lo anterior le sucede al país que un día fue considerado invulnerable frente a la amenaza y de pronto apareció Al Qaeda, que irrumpió trastocando los paradigmas de las relaciones internacionales -EE.UU. era el todopoderoso del mundo unipolar- hasta ese momento imperantes. La toma de consciencia sobre el valor de la seguridad nacional y planetaria ha llevado a los estadounidenses a castigar políticamente a quienes por sus errores pongan en jaque la paz nacional. No sabemos qué pasará con el destino político de Pence, pero sí que la sorprendente revelación, si no cuenta con una estrategia, servirá para mellar al gobierno.

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