El “generalísimo” Augusto Pinochet Ugarte tuvo ante su pueblo una percepción de santo anticomunista. Una combinación de probidad, austeridad espartana, eficiencia militar, la religiosidad de un “santo” -que expresaba el catolicismo de su influyente señora- y el buen tino de erradicar de raíz el demonio comunista. ¡Nos salvó! Claman en los conjuntos habitacionales que construyó para crear base social de apoyo a su dictadura. Lo que no pudo hacer es salvarse de sí mismo y de la traición de sus familiares.

Si las cuentas secretas en el Riggs Bank de Washington DC (unos $20 millones) destruyeron esa visión de santo de la nación que se tenía de Pinochet (pago de coimas por compras de armas), lo que se ha destapado sobre negociados del hijo político y hombre de confianza durante su régimen, Julio Ponce Lerou, termina por destruir el mito. El santo anticomunista y su amplia familia tenían un defecto muy mortal: la corrupción.

Todo esto se destapa a raíz del corrupto sistema de financiamientos de partidos políticos en Chile. Sucede que para agenciarse de fondos los partidos “compran facturas” y ciertos intermediarios se quedan con porcentajes interesantes que no declaran al fisco. Aquí no hay partido político que se salve. Es por ello que se quiere sancionar una nueva ley de financiamiento de partidos: Pero algo más de fondo: una Nueva Constitución que deje de lado la tutela pinochetista de la Constitución de 1990. ¿Tiene la Bachelet la credibilidad para convocar una Constituyente?

Pero volvamos a los herederos del Pinochet: claras evidencias que se cargaron el país en peso con privatizaciones sesgadas, concesiones amarradas y un largo etcétera de prácticas criminales. El gran destape es SQM, empresa privatizada que explota salitre, potasio, yodo y litio (para las baterías de equipos electrónicos y autos eléctricos) que se privatizó de manera mañosa y que ha incurrido en prácticas criminales en bolsa. ¿Esto invalida el modelo económico implantado en Chile?