La denuncia contra la vicepresidenta Marisol Espinoza por parte del Partido Nacionalista, a fin de invalidar su renuncia y evitar que postule por otra agrupación política en las próximas elecciones, es una muestra más del odio del oficialismo contra todos aquellos que tienen la osadía de apartarse y tomar su camino ante las incongruencias y muestras de corrupción que surgen de aquellos que llegaron al poder bajo las banderas de la honestidad que hace la diferencia.

Un comentario aparte merece la ya desesperante pasividad de la vicepresidenta Espinoza, a quien la mandan a espiar, le hacen desplantes y la denuncian para evitar que siga con su vida política, y ella sigue declarando como si nada pasara, con tibias frases, con evasivas, como si con ella no fuera. Con razón Nadine Heredia y su partido hacen con ella lo que quieren. Saben que la congresista piurana, por alguna extraña razón, se tragará siempre el sapo, como lo viene haciendo desde hace tiempo. En fin.

Pero volviendo a los odios nacionalistas. Recordemos lo que sucedió con la disidente Natalie Condori luego de alejarse del oficialismo. Tal como lo denunció Correo en enero último, agentes de la DINI iniciaron un cobarde seguimiento contra ella y su hijo de cinco años con la intención de desacreditarla. Su “atrevimiento” quiso ser vengado usando el sistema de inteligencia, que movilizó vehículos, agentes y equipos de grabación de video en contra de la legisladora tacneña.

Antes llegaron las duras palabras del presidente Ollanta Humala contra Sergio Tejada una vez que este se marchó. Hace poco tuvimos el calificativo de “cobarde” de la Primera Dama contra Omar Chehade. Aunque estos dos personajes no sean santos de mi devoción, no deja de llamar la atención cómo reacciona la llamada “pareja presidencial”, en lugar de quedarse callada. Cómo olvidar el calificativo de “ratas” lanzado por el jefe de Estado contra los disidentes en un evento público.

Así que están advertidos aquellos que aún están en el nacionalismo y piensan tomar su propio camino, quizá asqueados por el tema de las agendas y otras perlas. Deberían saber que el día que se alejen, podrán ser objeto de seguimientos de agentes de inteligencia, de insultos palaciegos o hasta de demandas que luego tratarán de ser justificadas con cantinflescas declaraciones de Fredy Otárola. Imposible explicar cómo esta gente pudo llegar a gobernar el Perú.