Don Isaac Humala ha coincidido con su hijo Antauro, que lo mejor para Ollanta sería suicidarse. Es evidente que la intención es agudizar el malestar de la gente por el sistema político actual. Así como estos personajes, hay otros que incendian las plazas y audiencias en todo el país con consignas contra el status quo, con el único objetivo de convertirse en una alternativa de poder.

El peligro con estos políticos es que la democracia se debilite y los derechos humanos sean socavados. Si bien es cierto, la gente está decepcionada por la realidad actual y es proclive a elegir una vía fuera del sistema político convencional para satisfacer sus necesidades, hay que mantener la mesura.

Lena Hjelm-Wallén, exprimera ministra de Suecia, decía: “La gente se moviliza más por cuestiones concretas que la afectan en su vida diaria que por las ideologías abstractas y generales que representan los partidos”. Es momento que los líderes políticos se pongan a la altura de los intereses de la gente y construyan un plan y una estrategia creíble para trabajar por el cambio de esta realidad en la que la corrupción y la inseguridad ciudadana campean.

Si bien es cierto, la incapacidad, inoperancia y ahora la corrupción de la clase política tradicional son recurrentes, sería muy nociva para nuestra sociedad la aparición de algunos personajes que calienten deliberadamente el clima con frases de guerra y se coloquen al frente de una corriente harta de esta realidad, que con su prédica inflamada y fundamentalista deslice por el barranco el sistema democrático y sus instituciones.

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