Van dos lunes seguidos que abro el periódico y veo a Lourdes Flores en traje de baño, chapoteando en alguna playa popular. Parece una hábil estrategia veranear con el pueblo; tirarse al agua con forzada soltura y desprenderse así, quizá, de la imagen de rica que, cosas de la vida, se la endilgó tan hábilmente Alan García, hoy su socio político.

Pero hay un problema para Lourdes con el agua. La retrotrae al incidente que protagonizó su padre, César Flores, en la campaña del 2001. Una oronda Lourdes se mojaba en la piscina para la televisión, cuando el señor Flores llamó “auquénido de Harvard” al candidato Alejandro Toledo. Punto, se le fue la presidencia en un abrir y cerrar de ojos.

Cinco años después, Lourdes desempolvó el bikini; cuando peleaba su pase a la segunda vuelta con Alan García. Debía aparecer en cualquier otro escenario dando pelea, menos en la piscina de Xavier Barrón. Lourdes volvió a darse un chapuzón junto a Javier Bedoya y a su hoy archirrival Raúl Castro, haciendo piruetas para las cámaras. Los apristas le quitaron unos cuantos votos y Lourdes se sumergió en una derrota más.

Por cábala o por mal recuerdo, Lourdes debe guardar la ropa de baño. Nada que la asocie a sus fracasos más memorables, o a la imagen de mujer pudiente, podrá darle un giro a la aún fría campaña que emprende con Alan García. Eso, si quiere romper la mala racha y ganar, ahora sí, la primera elección de las tantas que ha bregado. En el horóscopo chino, Lourdes es el cerdo. Noble, inocente y sincero, su elemento es la tierra; o sea, del otro lado de la orilla. ¡Lourdes, salte ya del agua!