Lucho hasta el 100

Luis Castañeda Lossio estaba mal acostumbrado: con un presupuesto que le permitió iniciar su primera gestión edil anunciando importantes obras y una prensa distraída en los sobresaltos y miserias del Gobierno Central y del Congreso, el alcalde de Lima se habituó durante ocho años a ser un político mandón que no rendía cuentas a nadie y que a punta de cemento, carpas hospitalarias y toneladas de pintura amarilla consolidó fama como hacedor de obras.

Sin embargo, ahora que está a punto de cumplir 100 días en esta segunda etapa al frente de la alcaldía, carece de lo primero y lo segundo. Es decir, llegó en medio de un conjunto de proyectos de infraestructura ya concesionados y sin millones en caja para anunciar nuevas obras -de ahí que tomara, por ejemplo, los fondos del proyecto Río Verde y los reorientara a su polémico by-pass de 28 de Julio- y tiene ante sí una prensa que comienza a fiscalizarlo y a criticar sus decisiones, desde el borrado de murales en el Centro Histórico hasta la manera como encaró la emergencia por los huaicos en Chosica.

Así, estos 100 días tienen que haberle enseñado a Castañeda y su equipo que el modelo de gobierno de la ciudad que aplicaron entre los años 2003 y 2010 ya caducó. Hoy el alcalde luce a la defensiva, como esos boxeadores puestos contra las cuerdas y sin ideas para cambiar la tendencia. Si quiere recuperar la iniciativa, “Lucho” va a tener que explicar cuál es el modelo de ciudad que propone, cómo se financia y si va a liderar en serio las reformas que Lima necesita, como la del transporte, donde medran a sus anchas “chosicanos” y “oriones”.

Si ello no ocurre en los próximos meses, el aura que le permitió vencer cómodamente a sus adversarios y la enorme popularidad de la que goza se irán apagando progresivamente. Es difícil que a estas alturas Castañeda cambie, pero si quiere sobreponerse a sus críticos, tendrá que hacerlo. No le queda otra. Como a la prensa, que mal haría en relajar esa actitud fiscalizadora que tan bien le sienta.