Eso de “que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha” es para los cristianos pegados a la letra, de ninguna manera para los políticos. Más bien, como las gallinas, si no cacareas, nadie se entera de que has puesto un huevo. Es que me ha despertado tanta ternura la generosidad que el escribidor de Kenji describe en la columna “de opinión” de este fin de semana donde relata su contacto con el flamante preso Ollanta Humala. 

Supongo que la idea -para la platea- es que este chico es de corazón tan noble que un mandatario así necesita el Perú. Y qué detalles: a uno bajo en sales y al otro bajo en grasas. Nada de cálculo político, dicen. Ahora el expresidente, al que le llegaban maletas con millones de dólares, no tenía siquiera una toalla. Pero, como obediente buen hijo, le llevó dos panes con queso, preparados por su padre, una frazada y un sacón. Es que se me parte el corazón. Qué bueno, que reine el amor, afuera el odio, la venganza y los rencores. Habrá que decírselo al generalísimo don José de San Martín, que estamos pasando por sentimientos encontrados. De un lado, pasando por la vergüenza de ir metiendo a las rejas a quienes han sido sus sucesores en la primera magistratura de la patria. Y a la vez orgullosos de tener el carácter y la fortaleza para curarnos de estas heridas que nos ha dejado la corrupción. Nuestro Poder Judicial tiene en este momento la oportunidad de ser una institución ejemplar a nivel internacional si sus miembros actúan con justicia. Ya no falta mucho para el Bicentenario de la Independencia. En 2021 será entonces un homenaje al Gran Libertador si todos estos delincuentes ya estén presos, magnánimamente.