Cuando el Jurado Nacional de Elecciones comienza a cumplir con su función, de llevar adelante un proceso electoral de manera transparente, y aplica resoluciones que “afectan” a los partidos políticos, sus líderes comienzan a decir sin argumento alguno: “Hay una mano negra contra nuestra candidatura”.
Es frecuente escuchar dicha frase, que busca generar un clima de desconfianza sobre un proceso que debe regirse por las normas establecidas, sancionando o retirando a quienes incurran en faltas u omisiones advertidas.
Se ha hablado hasta el cansancio sobre la falta de institucionalidad en los partidos y agrupaciones políticas, las mismas que son endebles y frágiles por su constitución, que se realiza de manera improvisada.
Por ejemplo, en la conformación de listas congresales de los diferentes partidos predominó la política del “dedo” o “amiguismo”, dejando de lado lo que se reclama: elección y proclamación de postulantes en base a la participación de militantes y no de cúpulas que constituyen movimientos, que al final sirven de vientres de alquiler para oportunistas que aparecen en el escenario político y desplazan a los reales partidarios.
A los políticos que se escudan en denunciar la existencia de una mano negra, habría que darles la razón, pero en la medida en que dicha presencia se da al interior de sus propios partidos o movimientos -y no en el JNE- al no hacer bien las cosas.
La inestabilidad que se presenta solo transmite desconfianza a la ciudadanía, que ve a los políticos como actores de una obra teatral poco seria o como parte de un circo que siempre vemos en procesos electorales.