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Qué ingenuidad pensar que con más policías en las calles combatiremos mejor a la delincuencia. Acá lo que se requiere no es cantidad sino calidad, y estamos hablando -en este orden- de agentes honestos, bien entrenados y con buena remuneración.

En ese sentido, lo que la población reclama no es la presencia de más efectivos del orden patrullando la ciudad, sino que haya un mejor trabajo de inteligencia para evitar que los delitos se cometan. ¿O quieren más intervenciones a balazos mientras usted lleva a su hijo al colegio? No, ¿verdad?

Las escuelas de suboficiales en varias regiones no han logrado aportar al ciento por ciento en la solución al problema del hampa, sino, más bien, han sido los grupos criminales los que han sabido aprovechar el escaso filtro para ser miembro de esta honorable institución y hacer ingresar a gente coludida con estos.

Hay un caso que sirve de ejemplo sobre la verdadera formación de los suboficiales. Sucedió en una ciudad norteña, en donde se había detectado que un hijo de delincuente había ingresado a estudiar a la escuela policial. Los educadores oficiales no le podían negar este derecho constitucional, pero al poco tiempo este joven fue intervenido en pleno atraco. Y no fue el único.

Miren nomás cómo han caído varios efectivos como parte del brazo armado de las organizaciones criminales. ¿Acaso no se dan cuenta que la solución no es tener cientos de promociones policiales en las calles, sino decenas de buenos agentes elaborando planes de prevención?

Tampoco podemos justificar la aparición de malos agentes como un acto de corrupción que sucede en varias instituciones públicas, porque tampoco es lo mismo que un burócrata te pida 100 soles para sacar tu licencia de construcción, que un policía reciba el mismo monto por dar información de los planes de seguridad ciudadana.

Lo que debe hacer la Policía es conformar mejores equipos policiales, de servicio de inteligencia, no sacarlos a granel para que se paren en las esquinas a dirigir el tránsito mientras hablan por celular. De esos agentes, por más buenas intenciones que tengan, no queremos mucho; son presa fácil del crimen.