Languidece el quinquenio del gobierno nacionalista y, en el balance general, son varias las deudas que deja en el camino, empezando por la precaria producción legislativa del Congreso de la República (manejado, hasta ahora, por su bancada, Gana Perú), una de las instituciones más devaluadas ante los ojos de la población.

Por ejemplo, mientras Estados Unidos, el país más avanzado en libertades, con Barack Obama a la cabeza, celebra la decisión de la Corte Suprema de que las parejas de gays y lesbianas puedan casarse en todos los estados, aquí el presidente Ollanta Humala -fiel a la filosofía de su padre, Isaac Humala, de que a los homosexuales hay que fusilarlos- da la espalda al tema, no sienta una opinión y hace la sinfonía a un Parlamento anquilosado, arcaico, lleno de “padres de la patria” de neuronas cortas.

No se trata de caer en la apología de la homosexualidad, pero los tiempos demandan esta apertura, a la que el propio papa Francisco le ha dado su bendición bajo la siguiente reflexión: “Dime, Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena? Hay que tener siempre en cuenta a las personas (…) y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición”. Santa palabra.

En todo caso, en nuestro país quien no se da por vencido es el congresista Carlos Bruce, abanderado del proyecto de ley de la unión civil. El legislador asegura que volverá a presentar la iniciativa legislativa en el siguiente Congreso y así vengará improntas como la de monseñor Bambarén, que osó tildarlo de “maricón”. Así sea.