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¡Avemaría purísima! Ni que Meche Aráoz hubiese pronunciado un maléfico conjuro amenazando con acabar con el periodismo y medios de comunicación (que no es lo mismo) libres. No le hubiera dedicado un editorial, apenas una columnita modesta como la mía. A esto no hay tenerle miedo, a un gobierno democrático que abiertamente quiere ejercer el deber que le corresponde ante la ley. Miedo hay que tenerles a los gobiernos que citan a los directivos de los medios a escondidas y los filman o fotografían para el chantaje. Miedo hay que tenerles a los que a cambio de un contrato publicitario, o el canje de deudas tributarias, te despiden entre abrazos y con una sonrisa porque luego te manejarán a control remoto. A los que siembran topos en las empresas informativas. Que te multen por infringir la ley como a Latina, quién los va a defender, ni ellos mismos han sentido la necesidad de quejarse. Ni sus colegas le han enviado un abrazo de consuelo, por el contrario, han sacado su manifiesto para marcar distancias, jurar y rejurar que ellos nunca más. Nadie hizo huelga de hambre para sacar de la cárcel a la Magaly, otra que se disfrazaba de periodista para regodearse con la miseria ajena. Vamos, hombre, entre gitanos no nos vamos a leer la suerte. Si ni siquiera están exigiendo que elevemos los estándares de calidad, que algunos lo mantienen al nivel del analfabetismo. Solo nos están pidiendo respeto para la dignidad de la persona humana, de la intimidad, del pudor, de inculcar valores universalmente reconocidos, de trasmitir contenidos que hagan mejores a las personas, y no al revés. Que nos dejemos de jugar a disfrazar de periodismo a una fórmula que imita al camión recolector de la basura social.

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