En esta hora de toma de posiciones, en este momento crucial de la vida política del país, sacudida por el sismo judicial más vasto y complejo de su historia, voto a favor de la resolución de Richard Concepción Carhuancho. Es más, me resultan inverosímiles los análisis vagos y los débiles argumentos que algunos analistas esbozan para sustentar que en el caso de Nadine y Ollanta no había peligro de fuga ni un afán de obstaculizar el proceso. Sobre el peligro de fuga, lo peor es que lo afirman quienes saben que el cargo de la FAO para la ex primera dama fue producto de un arreglo descarado y con el único objetivo de permanecer lo más lejos posible de la justicia peruana. Lo dicen quienes tienen claras las estratagemas legales de los adelantos de herencia a favor de los hijos, como el de Ollanta a Illary el 16 de setiembre de 2016, del poder otorgado a Rosa Heredia, prima de Nadine, para que pueda viajar con los menores, el 22 de noviembre del mismo año, y del reciente e inexplicable viaje de los menores a Estados Unidos a una actividad no avalada por el colegio y en plenas clases en el Hiram Bingham. La obstaculización a la pesquisa me parece aún más indefendible. No solo porque días antes de la prisión preventiva Nadine se presentó con un abogado no autorizado solo para retrasar la investigación, sino porque Ollanta, burdamente, llegó tarde a esa misma audiencia, en la que debían responder por la declaración de Marcelo Odebrecht. Es inadmisible además cualquier defensa en este punto no solo al hombre que compró a los testigos de Madre Mía sino a la mujer que dijo primero que no eran sus agendas y después que sí, a la que realizó contratos simulados para justificar los ingresos de Venezuela, a la que era dueña de Todo Graph y la puso a nombre de los primos, y a la que falsificó su grafía para confundir, grotescamente, al Ministerio Público. Es insólito defender a Ollanta y Nadine y cuestionar a Concepción Carhuancho.