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Todo indica que los peruanos estamos listos para elegir a la primera mujer presidenta de nuestro país. Sin embargo, es importante señalar que millones de peruanos no solo apuestan por una mujer, también están votando por una madre de familia para que ocupe el puesto más alto del Estado, y esto es de por sí histórico. Estamos ante una reivindicación del papel que desempeñan en nuestra historia las madres peruanas, esas grandes mujeres que lo han dado todo por el país sin recibir nada a cambio, sorteando los problemas de un Estado ausente y convirtiendo la necesidad en virtud y generosidad.

El Perú está fundado sobre la realidad de las familias. La propia idea de nación en tanto plebiscito de todos los días, de comunidad hermanada por un vínculo espiritual, responde al modelo familiar tradicional. La familia es nuestra fortaleza, es el Alfa y el Omega del Perú. Mientras más fieles seamos a este principio esencial de convivencia, más fuerte será el vínculo que nos una como sociedad. Las madres peruanas son fundamentales para preservar la tradición familiar, son el pilar de nuestra historia, del pasado, del presente y del futuro. Por eso, que una madre de familia nos gobierne por primera vez reivindica a todas las mujeres que han construido el Perú con su esfuerzo, premia su sacrificio y nos anima a mirar el futuro con la sana esperanza de la reconciliación.

El liderazgo político regenerador requiere temple, humildad, un examen de conciencia recurrente y el propósito de enmienda diario. Las madres peruanas han dado sobrada muestra de todas estas virtudes. Una Presidenta-madre que se somete voluntariamente a la disciplina de la humildad y que reconoce que el futuro del Perú es también el futuro de sus hijos bien puede conducirnos por el feliz camino de la unidad. He allí el gran destino de nuestro país: con firmeza, siempre, todos juntos, por la unidad.