La falta de seguridad ciudadana es el principal problema del país, según todos los sondeos. Es además la causa más importante de que la gente desapruebe el gobierno del presidente Ollanta Humala. La inacción de este régimen frente a los hechos delincuenciales es alarmante, y no solo puede generar consecuencias adversas en lo político sino también en lo económico.

Nadie quiere que esta ola de asaltos y muertes en las calles produzca un efecto intimidatorio en los empresarios, que los inversionistas tengan recelo de las condiciones del país, que la gente muestre su temor, que la economía se debilite y haya un desconcierto paralizante.

Los empresarios reconocen que cuidan mucho lo que tienen y ante cualquier peligro huyen. El dinero es cobarde y solo se posa en cualquier terreno donde haya paz social, política y económica.

La inseguridad ciudadana es un asunto grave. Por ello, los candidatos tienen como prioridad dar propuestas para atacar este flagelo. Hay promesas como acabar con la delincuencia en un año, posibilitar que las Fuerzas Armadas apoyen a la Policía Nacional, sacar a los efectivos policiales de las oficinas y ponerlos a patrullar las calles y hasta que los universitarios trabajen con los policías.

Sin embargo, son necesarias también otras soluciones. Los especialistas dicen que el ser humano es agresivo por naturaleza, pero es violento o pacífico culturalmente. Entonces, la agresión es innata, mientras que la violencia es adquirida. Al margen de las medidas represivas contra la delincuencia, hay que formar mejores seres humanos. Y en eso todos somos responsables.