Neosocialismo
Neosocialismo

Las izquierdas del mundo acuñaron el término “neoliberalismo” para descalificar el liberalismo renaciente de los ochenta. Y lo hicieron porque sabían que no podían atacar con éxito al liberalismo, ya que este no solamente había puesto las bases del mercado moderno, sino que había cimentado el propio orden mundial occidental basado en la democracia liberal, fundada sobre los derechos civiles, el Estado de Derecho, el constitucionalismo, la independencia de poderes y la libertad de expresión.

Esas izquierdas poco a poco fueron reciclándose después de la histórica derrota que les representó la caída del Muro de Berlín y de sus icónicos referentes soviéticos y asiáticos. Hoy, a un cuarto de siglo de esa Revolución Gloriosa, encontraron la forma de relanzarse en la forma de un nuevo socialismo: un socialismo tan retrógrado como el original, pero camuflado en la fachada de democracias, que les permiten los avales de la comunidad internacional, alimentados del populismo engendrado de la pobreza de muchos y amparados en regímenes reeleccionistas ad infinitum que les permite camuflar por tiempo indefinido los circuitos de corrupción que engendran, aprovechando la precaria institucionalidad de los países en que anidan.

Es el neosocialismo. Y América Latina es tierra especialmente propicia para su florecimiento. Un continente sin instituciones fuertes, dotado de un complejo de inferioridad social y de una cultura del despojo y con una extensa masa crítica de pobres, la mayoría de ellos sin una sólida educación. No es casualidad que en estas tierras surjan los Chávez, Maduro, Morales, Correa, Lula, Rousseff, Kirshner, Humala, entre otros. Populistas profesionales, demagogos consumados, colectivistas excelsos, convictos y confesos.

Hoy el neosocialismo campea en estas tierras, incluso ya amaga con extender sus tentáculos a países tomados como “serios” por décadas, como Chile, Colombia y Costa Rica. Sus líderes se ven obligados a pactar con todas las izquierdas para ganar elecciones, creyendo ingenuamente que las podrán contener después, cuando en realidad terminan siendo sus rehenes.

Algunos hasta dicen creer en la inversión privada y en el crecimiento económico, aunque sus acciones terminan creando dudas en los mercados y desacelerando las economías. Hay que cuidarse de ellos y saber detectarlos. Suelen tener éxito embaucando mentes deseosas de un discurso que libere responsabilidades. Tanto éxito, que hoy no hay político que no quiera ser percibido, de una u otra manera, como “de izquierda”. Algunos incluso llegan a la desfachatez de autodenominarse “liberales sociales” o “liberales de izquierda”. Son los neosocialistas. Peor que socialistas.

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