La insistencia de un pueblo hidalgo como el venezolano, harto del régimen chavista por casi dos décadas, tendrá su recompensa. Y es que Nicolás Maduro caerá, esperamos que sea más temprano que tarde, pero caerá. 

Lamentablemente, la protesta de la gente, que decidió salir a las calles vestida de blanco para transmitir el mensaje de querer justicia, ha merecido la reacción ignominiosa del régimen por medio de las armas, lo que ha producido la muerte de inocentes jóvenes que, como la inmensa mayoría de los que salieron a las calles, están hartos del régimen chavista, que es incapaz de darle viabilidad a un país que se va deshaciendo económicamente. 

Maduro, en su cruel indiferencia, solo atina a sostener burlescamente un supuesto un complot militar para derrocarlo. En el fondo, ojalá sea cierto, porque estaría revelando que las Fuerzas Armadas democráticas venezolanas, que las hay y estoy seguro constituyen la mayoría de militarizados, se están armando de valor, pues no quieren ser cómplices de un gobierno que ha quebrado el Estado de Derecho y que ha violentado los derechos humanos, desnudando a una completa dictadura en el país. Maduro se ha valido de un plan que ha denominado Zamora para neutralizar a quienes buscan sacarlo del poder legítimamente. 

Su irresponsabilidad, a la que suma la ausencia de inteligencia emocional para afrontar con criterio eventos de crisis, lo ha llevado a armar hasta los dientes a la Milicia Nacional Bolivariana, una práctica iniciada por su mentor Hugo Chávez. Dicho grupo actúa en las zonas urbano-periféricas del país como un bloque de contención a las protestas sociales pacíficas de la inmensa mayoría de venezolanos. En la práctica serán estos grupos de trogloditas -los he visto y muy de cerca en Caracas- los que podrían llevar al país, junto con la cúpula militar, a una estado de violencia estructural. Pero tiempo al tiempo, que todo lo que está pasando avisa que Maduro va a caer.