La marcha de ayer de cientos de pobladores de Puente de Piedra y distritos aledaños, en protesta contra un peaje en la Panamericana Norte, ha calentado más el ambiente en la capital. Es evidente que estas manifestaciones dejan en claro que la gente se organiza por intereses concretos o para satisfacer sus necesidades.

Lena Hjelm-Wallén, ex primera ministra de Suecia, decía: “La gente se moviliza ahora más por cuestiones concretas que la afectan en su vida diaria que por las ideologías abstractas y generales que representan los partidos”.

Eso se vio en Puente de Piedra. Personas eligen una vía fuera del sistema político convencional para agruparse y rechazar el peaje que ha generado problemas en el transporte y, como producto de ello, el alza en los precios de los pasajes en esa zona. Lo único que quieren es que las autoridades, que presumen de saberlo todo, escuchen sus demandas y encuentren vías de solución.

La gente, sensibilizada por el caso de corrupción de la empresa brasileña Odebrecht y altos funcionarios de gobiernos nacionales, hace un esfuerzo colectivo y aspira a definir este tema del peaje. Hay consignas, tensión y exceso de pasión, pero está dentro de la lógica. Lo que no se puede aceptar es el vandalismo y la violencia. Ayer se vio a jóvenes con los rostros cubiertos, evidentemente infiltrados a la marcha, que aprovecharon la ocasión propicia para iniciar los disturbios y los enfrentamientos con la Policía. Creyeron que era un territorio fértil para sembrar el odio. A eso hay que decirle ¡basta!

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