Las recientes declaraciones de Jorge Barata, exdirector de Odebrecht, sobre los “aportes” realizados pone nuevamente en discusión el financiamiento de los partidos políticos y de sus líderes. Según Barata, él personalmente le habría entregado a Nadine Heredia $3 millones en efectivo para financiar la campaña presidencial del 2011. Parte de este dinero habría sido entregado en Sao Paulo y otro tanto en la sala de su casa, en Lima. 

La transparencia sobre los aportantes, sus contribuciones y los gastos de los partidos políticos tienen como objetivo limitar la corrupción y la infiltración de dinero del crimen organizado en los partidos. “Lava Jato” ha puesto en evidencia que el sistema no funciona. ¿Por qué una empresa brasileña con grandes inversiones e intereses en el Perú financiaría a un partido? ¿Por empatía? ¿Compromiso con la democracia y los valores que promueve el partido? ¿Cómo trae Nadine al Perú el dinero que Barata le entrego en Sao Paulo? No es la primera vez que somos testigos de denuncias sobre dudosos aportes de campaña que buscarían “impulsar” intereses privados y mantener privilegios. Hemos visto a gente vinculada al narcotráfico y a la minería ilegal financiando campañas y, en algunos casos, postulando al Congreso. 

El expresidente Toledo, quien habría recibido $20 millones de Odebrecht para facilitar la concesión de la Interoceánica, se habría reunido con Rodolfo Orellana en el año 2009 y de esa reunión habría salido el financiamiento de Diario 16. En su momento, Toledo negó que Orellana hubiese financiado su campaña, como hoy niega que Odebrecht le haya entregado dinero. 

El segundo gobierno de García estuvo plagado de reuniones y favorcillos a lobistas y empresarios mercantilistas. Y por ello hay ya varios miembros de su gobierno detenidos y otros tantos están siendo investigados. Como bien dijo el propio García, a él la plata le llega sola. Y si el Ministerio Público y el Poder Judicial hacen bien su trabajo, le llegará la hora de rendir cuentas. Joseph Stiglitz sostiene que uno de los problemas que enfrenta la democracia son los altos costos de las campañas: los políticos están más ocupados en recaudar fondos que en representar a sus electores. Cada nuevo destape es un golpe para la confianza del pueblo en el Estado y en los actores políticos. Los ciudadanos algo desconcertados estamos siendo testigos de cómo la política y la cosa pública han sido utilizadas para fines privados. Ello es una muestra de que en el Perú no tenemos una democracia funcional.