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En la época en que Alejandro Toledo fue presidente de la República, un entrañable Carlos Ferrero Costa desempeñó los cargos de primer vicepresidente, presidente del Congreso de la República y Presidente del Consejo de Ministros entre los años 2000 y 2003. Sin embargo, su labor más recordada y determinante fue la de “traductor” del presidente.

Cuando Toledo decía algo, Ferrero lo “traducía”, muchas veces, con la intención de evitar una crisis política. Con el tiempo, Ferrero se alejó del poder y el Perú se acostumbró al mensaje embriagante del entonces presidente.

Todo esto se me viene a la mente a raíz de una situación que parece estar dándose en la Federación Peruana de Fútbol (FPF). En un contexto en el que la opinión pública exige un mensaje claro de parte del director técnico de la selección, Ricardo Gareca, surge la figura de Juan Carlos Oblitas (director deportivo de la FPF) para aclarar el panorama y “traducir” al “Tigre”.

En declaraciones a la prensa, Oblitas reveló que la ausencia de Jefferson Farfán en la selección no responde a una indisciplina como se especuló durante mucho tiempo, sino a un quiebre con el comando técnico por unas declaraciones brindadas meses atrás, cuando Perú empató con Venezuela en Lima, en las que Farfán dejaba mal parado al comando.

El tema aquí es que Gareca en su mensaje maneja conceptos como “compromiso”, “actitud” y “continuidad”. Los tres son factores determinantes para un trabajo responsable y que aspira a tener éxito. El problema está en que el DT no supo diferenciar los casos. Nadie le exige que revele detalles siniestros para saciar nuestro morbo, simplemente hace falta diferenciar las cosas para saber quién es quién en el universo de jugadores, qué actitud puede perdonarse y cuál otra es inmanejable.

Un mensaje claro es fundamental para que un trabajo serio y responsable se desarrolle en absoluta armonía, más todavía cuando los resultados a corto plazo brillan por su ausencia. No es saludable que alguien que no es el propio entrenador nos aclare el panorama, tenerlo claro es un alivio, pero que el entrenador no nos lo haya aclarado da que pensar.

El discurso de Gareca es impreciso, ambiguo y demasiado general. Haría bien en aterrizar las ideas y ser puntual con determinados casos. Basta que alguien no entienda el mensaje para que este pierda su valor. Juan Carlos Oblitas nos dio nuevas luces de lo que se vive en la interna de la selección, pero no es un asesor de imagen, no es la voz de Gareca, ni tampoco su traductor. En el futuro, es primordial depurar el mensaje si es que se pretende que el proceso concluya con calma y extender la presencia del argentino al frente de este proyecto, como el propio Oblitas deslizó.