Se acaba de celebrar el Día Internacional del Personal de Paz de las Naciones Unidas (ONU), que coincide con el 70° aniversario de la creación del máximo foro del planeta que surgió en 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, para mantener la paz en el mundo. La labor de la ONU, puntualmente en este marco de acciones de paz, es realmente loable y creo que no se ha llegado a reconocer en su exacta dimensión la extraordinaria participación, por ejemplo, de los Cascos Azules, que cumplen cabalmente, llenos de riesgos, el sentido ecuménico de la Carta de San Francisco en su denodado trabajo en bien de la paz y la seguridad internacionales. A la fecha ya son más de 107,000 uniformados dedicados al mantenimiento de la paz que vienen de 122 países de la organización, los que prestan su servicio en 16 misiones.

En sus referidos 70 años de historia, la ONU ha establecido 71 operaciones de mantenimiento de la paz en todo el globo. En ese largo tiempo, más de un millón de personas han servido en las fuerzas de mantenimiento de la paz, coadyuvando en misiones para que los pueblos puedan lograr su independencia o prestando apoyo en los procesos electorales en zonas conflictivas, así como brindando protección a los civiles, que son los más vulnerables en los espacios de la guerra. No han detenido sus esfuerzos para que las reglas del derecho internacional humanitario se cumplan a cabalidad, sobre todo con los refugiados y desplazados por la violencia estructural en las diversas zonas convulsas del mundo. Rindamos homenaje a los más de 3300 efectivos de mantenimiento de la paz que han perdido la vida mientras prestaban servicio bajo la bandera de la ONU, 126 de ellos en el 2014, y a Pakistán, que ha contribuido con el mayor número de alistados.

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