Hace poco me preguntaron cómo va el proceso de la reconstrucción con cambios y, como era de esperarse ante el silencio prolongado del Gobierno Central, la respuesta vino con una encogida de hombros. La verdad es que el tema avanza lento y de la oficina de coordinación que prometió Pablo de la Flor en cada una de las afectadas regiones del norte, no hay si señas.

La última vez que Pablo de la Flor, el director ejecutivo de la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios, estuvo por el norte del país fue la primera semana de junio. Era la segunda oportunidad que recorría las zonas afectadas por El Niño Costero. Antes, por lo mismo, arribó en mayo. Además de las obras a ejecutar y los más de mil millones de presupuesto, anunciaba la presencia de un coordinador para cada región.

Echando pluma, a más de tres meses de los desastres ocurridos por las lluvias y los huaicos, en ninguna región se instaló la oficina ni se designó al coordinador que había revelado De la Flor. Y aunque uno crea que solo es un despacho burocrático más, la importancia de tal representante es vital.

Ante la carencia de un director de orquesta, los sonidos son disímiles. Por eso es que un alcalde distrital, así como un provincial o un gobernador regional pueden tener distintos planes para mejorar la infraestructura vial de las ciudades dañadas. Así, mientras una autoridad considera canaletas en sus calles, la otra puede priorizar avenidas más anchas para evitar la inundación.

De esta manera, el norte del país sigue huérfano de un coordinador de la autoridad para la reconstrucción y los ciudadanos solo saben que para agosto y setiembre empiezan las obras, las mismas que se confunden con la rehabilitación emprendida por algunos alcaldes distritales y provinciales. Es decir, todo fue flor de un día.

Ojalá que el anuncio del señor Pablo de la Flor se haya trabado por un error material y no por falta de voluntad. La gente en el norte del país es muy pasiva frente a este tipo de desplantes y sus autoridades tampoco expresan el fastidio de su población. Sin embargo, la lentitud y la improvisación con las que se trabaja por estos lares puede terminar por hartar y despertar de una vez a los ciudadanos.