La Superintendencia Nacional de Migraciones, como organismo técnico especializado responsable del control migratorio, debería hacer respetar con mayor energía el bendito suelo de nuestro país. Y su socio en este cometido, la División de Extranjería de la PNP, también tendría que ponerse las pilas para que nadie ose sacarle la vuelta a las leyes nacionales.

Y no lo decimos, necesariamente, por el caso mediático de la modelo venezolana Korina Rivadeneira, quien se casó con el corredor Mario Hart para tratar de rebatir una orden de expulsión por haber fraguado documentos, sino por una evidente mano blanda frente a muchos extranjeros que ven al Perú como una chacra, en la que pueden instalarse y hacer lo que se les pegue en gana. Se sabe, además, que a otros “guerreritos” venidos de afuera se les ha perdonado la vida, pese a estar en falta.

Según reportes de la Policía, en Lima y provincias operan mafias de prestamistas colombianos con la modalidad “gota a gota” que ya han matado a muchos comerciantes que se atrasaron en los pagos. Y no solo eso. También hay “colochos” dedicados al sicariato, prostitución, extorsionadores, clonadores de tarjetas, tenderos, “marcas”, robacasas y asesinos de cambistas.

¿Cómo se controla la estancia de esta gente de mal vivir en nuestra patria? ¿Qué hace Migraciones y la misma Policía al respecto? Para que un peruano salga e ingrese a otro país le exigen una serie de drásticos requisitos, pero nosotros permitimos que cualquier hijo de vecino entre como Pedro por su casa a nuestro territorio y que encima delinca. Así no es. No seamos tan caídos del palto.